Confinamiento/31. Vértigo

Vértigo. Foto de XoMEoX en Flickr

Por Javier ARISTU

Lo peor que puede ocurrir cuando se está en la actividad política es que la sensación de vértigo te domine. Es humano padecer ese mal o síndrome caracterizado por tener la sensación ilusoria de que las cosas externas están rotando o desplazándose alrededor de uno o de que es uno mismo quien está dando vueltas en el espacio. Los precipicios, los grandes y altos puentes, las montañas elevadas son los lugares predilectos para que quien tiene esa disfuncionalidad auditiva o neurológica sufra ese mal. No es nada reconfortante ya que te da la impresión de que tú mismo vas a caer por ese vacío que aparece ante ti.

Lo de anteayer fue el ejemplo de lo que es caer en el vértigo en política. Cuando los portavoces de PSOE y UP firmaron un  documento con Bildu donde se comprometía al Gobierno a proponer la derogación de la reforma laboral de 2012 esa firma vino del vértigo. Firmaron la derogación de la reforma laboral íntegra. Son ya muchos comentaristas y analistas quienes hoy están  analizando ese paso en falso, ese error, cometido por los partidos del gobierno. Me quedo con el de Joan Coscubiela que publica hoy en Eldiario.es y que hace referencia a la ley de la gravedad. La gravedad existe en política, claro que sí, y no conocer sus leyes, sus normas de funcionamiento, lleva en la mayoría de los casos al fracaso o a la simple melancolía improductiva. La gravedad y sus leyes en política se componen fundamentalmente de dos apartados: correlación de fuerzas y contexto. Pensar que se pudiera imponer la reforma de esa ley, íntegramente como he dicho, con la actual correlación de fuerzas parlamentarias es abrir la puerta a la melancolía cuando no al vacío; y proponer esa medida precisamente ayer, en un contexto de absoluta indefinición e incertidumbre sobre el futuro económico y social del país –y de Europa–, es tirarse directamente al precipicio. Los cementerios políticos están llenos de personas de buenas intenciones que no midieron adecuadamente sus posibilidades a la hora de proponer medidas.

Es, además, muestra de un absoluto desconocimiento de cómo funciona un estado social de derecho (artículo 1 de CE) y del papel que las organizaciones de trabajadores y patronales tienen asignados: «Los sindicatos de trabajadores y las asociaciones empresariales contribuyen a la defensa y promoción de los intereses económicos y sociales que les son propios» (artículo 7 CE). Si la reforma de la vigente legislación laboral no es ámbito de incumbencia de sindicatos y patronales es que algo está fallando. El parlamento es quien debe legislar, obviamente, y quien debe aprobar las leyes, sin duda. Pero esas leyes no pueden salir simplemente de la cabeza de los parlamentarios sino que deben ser producto de un amplio e intenso proceso de consulta, diálogo, propuestas y negociación con las organizaciones sociales a quienes afecta esa ley.

Cuando Lastra y Echenique pactan con la representante de Bildu que van a derogar –literalmente– la legislación laboral, sin ninguna alternativa, están convirtiendo el parlamento en un juguete a capricho de los que manejan ese artefacto. Todos sabíamos que desde que el Gobierno tomó posesión existe un fructífero, complejo pero dinámico proceso de negociación entre ministerio de Trabajo, patronal y sindicatos representativos acerca de varios e importantes asuntos que afectan a la vida económica y laboral de los españoles. La pandemia de Covid-19 había situado dicha negociación en un terreno completamente nuevo y desconocido dada la catástrofe en que nos ha colocado la proliferación de la infección.

Pues bien, el acuerdo parlamentario de los tres portavoces genera una distorsión absoluta en este panorama. Tal hecho demuestra, una vez más, que la concepción jacobina del parlamento y de la política lleva a olvidarse del papel y del protagonismo de otras instancias sociales fundamentales para una democracia. La prevalencia absoluta del factor parlamentario, del hecho político-partidista, sobre los demás factores que dan vida a una sociedad dinámica y, repito, democrática, puede convertir a esta en un cascarón vacío. Ignorar los procesos puestos en marcha por sindicatos y patronal de acuerdo con la ministra de Trabajo han llevado a una encrucijada muy difícil de gestionar. El vértigo que les sobrevino cuando pensaron que no iban a sacar adelante el estado de alarma les llevó a ese inmenso error. Un error producto del vértigo, y éste producto de una distorsión de los nervios. Es necesario buscar con la mayor rapidez la medicina y el tratamiento adecuado para curar ese síndrome.