Confinamiento/32. Paso del Rubicón

Por Javier ARISTU

No ganamos para sustos. De un acuerdo cuanto menos extraño, firmado en el Congreso de los Diputados, y que ha suscitado reacciones contradictorias, hemos pasado a otro en el parlamento andaluz que provoca a su vez otras claramente de rechazo. El acuerdo entre PP, Ciudadanos y Vox para que este último grupo presida la Comisión para la recuperación económica y social de Andalucía es una decisión que, no por novedosa, va a traer mucha cola y consecuencias graves en el futuro. Entregar la presidencia a una fuerza política que basa su programa político en el odio, la xenofobia y el antagonismo claro con la democracia parlamentaria y el pluripartidismo, significa para el PP andaluz y para Ciudadanos el paso de un rubicón.

Esta legislatura ya venía marcada por aquel acuerdo de los dos partidos de gobierno con Vox; hay gobierno precisamente porque Vox quiso y les votó. Esa marca de nacimiento sin duda dará sello y huella al gobierno de Moreno durante toda esta legislatura. Pero dar la presidencia, precisamente, de esta Comisión parlamentaria al partido de la xenofobia y el ultranacionalismo supone persistir en ese camino hacia la completa confrontación con la mitad de los andaluces. La gravedad es evidente.

La estrategia del PP del estado es clara: desgastar como pueda al gobierno de coalición, recurriendo a todo tipo de relatos falseados o engañosos, desvirtuando los hechos y creando un clima de enrarecimiento y desconfianza con el gobierno. Sigue, ni más ni menos aunque con tácticas más parlamentarias que callejeras, la misma línea marcada por Vox del estado. Entre ambos partidos hay un juego de competitividad por ver quién capta el electorado de la derecha, en un momento donde la Covid-19 está generando impactos brutales en la sensibilidad y emotividad colectiva de la nación. No es un fenómeno nuestro; está ocurriendo, cada cual a su manera e idiosincrasia como país, en los Estados Unidos, en Italia, en el Reino Unido, en Alemania, en Brasil. Se mezclan los hechos reales (muertes por la pandemia, crisis de los sistemas sanitarios, desequilibrios en las respuestas gubernamentales, depresión económica y consecuencias terribles en el empleo) con los inventados y falsos, pero que ayudan a crear un relato del miedo y del odio como estrategia de salida ante el pánico de la muerte de miles de conciudadanos y de la marginación económica de millones. Todo vale para que caiga el gobierno, piensan los Abascal y los Casado.

Ciudadanos, por su parte, se ha salido de esta estrategia estatal. Arrimadas ha llegado a la conclusión de que en ese circuito peligroso de ver quién galopaba más a lo bestia contra el gobierno, su partido tenía todas las de perder y ha podido pensar que, a lo mejor, en un terreno de centro moderado, de pensamiento crítico más suave y a la vez con actitudes colaborativas con la coalición gobernante, puede encontrar un territorio de abrigo sostenido en una guerra que se augura de destrucción y de falta de sentimiento. Lo cual nos aporta la lección de que aquellos que hablaban del trifachito opositor (véase la foto de Colón) en Madrid tendrán que revisar sus análisis.

Por eso no encaja en esa estrategia de Arrimadas la decisión de Ciudadanos de Andalucía –llámese Juan Marín– de seguir alimentando el trifachito andaluz. Precisamente cuando desde el PSOE de Andalucía –llámese Susana Díaz– se había ofrecido una mano de colaboración parlamentaria e institucional para afrontar la inmensa tarea de reconstruir la economía andaluza tras este desastre. Me temo que esta decisión del cabeza andaluz de Ciudadanos le va a traer cola y problemas dentro de su partido. Va a ser difícil conciliar una actitud colaborativa con el PSOE a nivel estatal con la agresividad antisocialista en Andalucía.

No es una buena señal esta de hoy. Que Vox presida esta comisión que se supone debería ir revestida del máximo diálogo, acuerdo y consenso significa que el PP de Moreno apuesta por la confrontación contra la oposición. Esta novedad, que sea el gobierno quien hace la guerra a la oposición, es inaudita. Moreno está jugando descaradamente a provocar a la oposición, no a dialogar. Quiere guerra y no tratado provisional de paz ante la mayor crisis económica que se va a producir en Andalucía desde 2008.

Por ello, creo que la izquierda  andaluza tienen que empezar a pensar ya en ofrecer relativamente pronto, sin esperar mucho, un programa de reconstrucción política de sus alianzas y programas. Es hora de que esta izquierda andaluza deje de mirar al pasado y comience a perfilar un proyecto de futuro para una gran mayoría de sus ciudadanos. Si no hay novedades, las próximas elecciones autonómicas serán en el invierno de 2022, en poco más de dos años. En este tiempo vamos a ser testigos de unos procesos muy intensos de crisis, reconversión y reorientación de la economía, con desconocidas pero seguramente graves consecuencias sociales. Tenemos muy poco claro lo que va a ocurrir tras este verano; la incertidumbre es la consigna de este tiempo que nos ha tocado vivir en estos meses. Solo hay una cosa clara: para derrotar a esta coalición reaccionaria y destructiva que gobierna Andalucía hay que ganar las elecciones de 2022, y para ganarlas hace falta trabajarlas y levantar un armazón de alianzas sociales y propuestas renovadoras capaces de mostrar un camino de seguridad, garantía y reconstrucción a todos los andaluces. La herencia ya no da votos; estos se ganan con propuestas adecuadas a los tiempos que vivimos, con mucha pedagogía y con capacidad de ánimo.