El trabajo en casa o el teletrabajo

Foto Flickr por Daniel Lobo

Por Francisco ACOSTA ORGE

 ¿Una nueva ofensiva en ciernes para debilitar al sindicalismo de clase?

Entre los efectos llamativos de la pandemia que atravesamos es de destacar la gran cantidad de artículos periodísticos, mensajes de personas de la clase política, tertulias radiofónicas y televisivas, emitiendo hipotéticos vaticinios de los grandes cambios que van a suceder en la humanidad tras el paso definitivo de la pandemia.

Creo que hay que tomar con cierta precaución tal cantidad de “profecías” pues a mi entender las cosas se van a ir resolviendo con pautas de conductas que estarán llenas de raciocinio en la mayoría de los países y aunque me pueda equivocar, no va a ver a futuro un cambio tan revolucionario como desde cierta mensajería  se nos trata de hacer ver.

Pero entre los vaticinios que considero más peligrosos e interesados es el anuncio persistente de que una parte de los trabajadores ejercerán como tales desde sus domicilios. Se ha dicho literalmente, presentado el hecho como una conquista fundamental, que la crisis que estamos atravesando traerá como resultado una mejora de la economía con ésta nuevas formas de ejercer el trabajo.

Tratan de mantener a futuro un hecho coyuntural como es el  del aislamiento social, en una consecuencia laboral, social y económica permanente.

Se ha llegado a predecir que los funcionarios de las Administraciones Públicas atenderán a los ciudadanos a través de Internet y que ya no harían falta esas oficinas de gran tamaño para la atención de los problemas de éstos.

Se olvida el importante y decisivo papel que están protagonizando en esta crisis millones de trabajadores, con su presencia física en hospitales, mercados y grandes superficies, transportistas, marinos y pescadores, agentes de policía o personal militar, agricultores, además de los que fabrican productos manufacturados para la industria y los servicios o la  alimentación humana y ganadera.

El teletrabajo masivo sería “El Dorado” perseguido por muchos empresarios y departamentos gubernamentales: La mejor manera de parcelar a una parte de la clase asalariada, aislarlas del ejercicio sindical y de las estructuras amenazantes de las centrales sindicales hacia sus intereses. Donde los Convenios Colectivos serán ignorados y la jornada laboral y otros derechos laborales acordados en los mismos se incumplirían en mayor o menor medida.

Se pretende una vez más restar protagonismo al papel del sindicalismo en nuestra sociedad, como se intentó con la crisis económica de 2008, pero la ciudanía trabajadora y asalariada y concentrada en los centros de trabajo de las empresas tiene que ser la más numerosa en el presente y el futuro.

Se va a seguir manteniendo empleos y actividades productivas que la nueva situación va a propiciar y consolidar: la administración, la enseñanza y la sanidad públicas. El sector de los servicios, la asistencia a las personas de edades avanzadas, la producción y elaboración industrial de alimentos, el turismo, el transporte, la construcción de viviendas e infraestructuras, más los centros productivos de alto nivel tecnológico, como la fabricación de aviones, automóviles, ferrocarriles, electrodomésticos, material de telecomunicaciones o energías renovables, etc., que serán desarrolladas en centros de trabajo.

Tenemos el reto de seguir enarbolando la bandera de la centralidad del trabajo asalariado en nuestra sociedad, que además es la base fundamental de la cohesión cívica de la misma.

Por ello aprovecho para resaltar la trascendencia del acuerdo logrado hace unos días entre el Gobierno de la Nación, las organizaciones empresariales y las centrales sindicales, Unión General de Trabajadores y Comisiones Obreras.

Acuerdo que es base fundamental para lo que se ha dado en llamar la Reconstrucción de nuestra economía para hacer posible el mantenimiento del empleo, y superar la grave crisis económica que esta pandemia nos ha dejado para el inmediato futuro.

Las organizaciones económicas y sociales, con el apoyo del Gobierno han dado ejemplos de gran generosidad, cediendo en parte de sus intereses y objetivos para lograr el bienestar general de la sociedad en los duros años venideros.

Desgraciadamente, de momento, los partidos políticos parlamentarios, incluidos los que sostienen al Gobierno, no han dado semejante ejemplo, para superar lo más unidos posibles, junto al conjunto de la sociedad los retos que ya tenemos encima y que nos aguardan a futuro.

  • Francisco Acosta Orge, Sindicalista