Entre laboristas y «comunistoides»

Foto: Bob Peters

Por Javier ARISTU

Son decenas los artículos que se han publicado en estos dos días acerca de Jeremy Corbyn. Algunos los he leído y son muy recomendables. Aquí va mi pequeña colaboración para ayudar a  interpretar en su justa medida el suceso.

Leía el otro día un twit de Raúl, un amigo de las redes sociales al que sigo con interés, en el que decía: La izquierda española a punto de convertir al nuevo líder del laborismo británico en su nuevo Alexis Tsipras. Efectivamente, la elección al frente del laborismo de James Corbyn, encuadrado en lo que podríamos llamar el ala izquierda de esa formación, ha desatado en ciertos sectores de nuestros izquierdistas políticos una suerte de ebullición, como si nos hubiera fallado Tsipras y necesitáramos un nuevo fichaje, esta vez proveniente no del sur sino precisamente de la parte más alejada de la “izquierda europea”.  No sabemos si al “aguanta, Alexis, que ya llegamos” habrá que añadir ahora “Bienvenido, Jeremy, al equipo del cambio”. Todo se andará. De momento se pueden decir algunas cosas sobre esta elección de un nuevo dirigente (nuevo, con 66 años, es mucho decir) en el partido más peculiar y original del arco socialdemócrata europeo (del continente, diría un británico).

Otro amigo en las redes al que sigo aunque la mayoría de las veces no comparta lo que dice es un clásico del socialismo español, fundador del Psoe renovado en Suresnes y miembro activo en todos estos años de ese partido. Este amigo suele ver el escenario con las lentes de su partido: para él no hay otra realidad que la de su partido y la que afecta al mismo. Todos los fenómenos que han venido ocurriendo en los últimos cinco años en nuestro país son analizados con el prisma del “interés socialista”, del catalejo del Comité federal. No hay posibilidad de abrir una rendija en esa perspectiva que no sea la de “lo que diga mi partido”. Un espíritu liberal y abierto, vamos. Leía el otro día su comentario en facebook (cito literalmente):  “Durante un siglo largo la socialdemocracia europea (laborismo en Gran Bretaña) ha oscilado entre su alma radical (comunistoide) generalmente estéril y condenada a la oposición permanente y su alma pragmática y reformista que le ha permitido periodos de transformación tranquila (Estado de Bienestar, por ej) con WILLY Brand, Olof Palme, Mitterrand…aunque con desviaciones derechistas tipo Tony Blair o Guy Mollet. Ahora con Jeremy Corbyn parece que toca travesía del desierto y muchos años de frustrante oposición para regocijo y beneficio del Partido Conservador británico.  Lo que se dice un forofo de Corbyn, no lo es. No sabemos cuál es el líder laborista que le agrada pero sabemos que esta salida por la izquierda no le satisface. No sabemos lo que piensa de este asunto Pedro Sánchez, el secretario general.

¿Qué supone que James Corbyn pase a liderar el partido que objetivamente representa los intereses sociales de la gran mayoría de trabajadores británicos? ¿Tan importante es la elección de Corbyn al frente del laborismo británico? ¿Se podría decir que la llegada de esta nueva estrella anuncia lo que Vicenç Navarro llama “la reactivación de las izquierdas a nivel mundial”? No es posible adivinar las consecuencias de este hecho político aunque marca, sin duda, un cambio de rumbo significativo y sustancial en la deriva del laborismo, estampado por las señas de una opción liberal y poco social desde la llegada de Tony Blair y su gente a la dirección del partido en julio de 1994. Con Jeremy Corbyn –que no podemos obviar que ha venido siendo  parlamentario desde 1983 por lo que debe conocer a fondo el entramado laborista y ha participado en toda su historia de los últimos treinta años- se abre una ventana…pero no sabemos si se abrirán más y hasta dónde llegará esa apertura hacia fuera. Con 66 años, hablando claramente, no se tienen muchas oportunidades en el tiempo para afrontar los retos de una renovación programática y orgánica de un laborismo acostumbrado en exceso a seguir la estela del pensamiento liberal.

En estas elecciones internas del laborismo han votado 422.664 electores. Es una cifra poderosa. ¿Qué ha podido tener Corbyn para salir elegido por el 59,5% de esos militantes laboristas? No es juventud, obviamente. Digamos que ha podido ser, por un lado, un hastío de un discurso político de los dirigentes laboristas que hasta ahora estaba estático en un campo ideológico y programático sencillamente seguidista de la hegemonía privatizadora, del pensamiento neoliberal. El laborismo desde el principio de los años 80 del pasado siglo no tenía otro discurso que de “cada uno debe conseguir su futuro por sí mismo”. Se desarmó gran parte de todo el sistema de seguridad social y laboral que se había venido construyendo desde los años 50. Se apoyó, con sectores del propio laborismo uniendo sus voces a las de los conservadores, la política del “stablishment” de persecución y culpabilización en los sindicatos achacando a la presencia de estos todos los males que venían produciéndose como consecuencia de una transformación extraordinaria de los aparatos productivos y tecnológicos del país. Se sustituyó la cultura social por una cultura del individuo.

A todo ello, parece ser, ha respondido finalmente la base laborista con un rechazo furibundo del continuismo por esa vía. La decepción de su anterior líder, Ed Miliband, en las pasadas elecciones obteniendo el mayor de los fracasos electorales que se recuerdan, han podido ser un revulsivo para esas gentes castigadas y golpeadas por una crisis impresionante que está desarmando a un conjunto social tan orgánico como el británico. La derrota del Laborismo en las pasadas elecciones en Escocia, donde solo alcanza 38 de los 128 diputados tras haber sido una fuerza de gobierno, ha podido marcar también la hora del cambio. El blairismo está en clara retirada, ha sido la opción menos votada en estas elecciones.

Estamos lejos de ver los resultados y las consecuencias efectivas, en la sociedad, de este cambio en el liderazgo y en el discurso dominante hasta ahora en el laborismo. Es significativo que haya sido Tony Blair [ver su artículo en The Guardian], y sus seguidores, quien haya atacado con mayor dureza a Jeremy Corbyn. Le acusa de ser un político del País de las Maravillas. Blair –que escribió su diatriba antes de saberse que Corbyn era efectivamente el ganador- destaca que la llegada del diputado de Islington Norte supondrá un cambio estratégico en el rumbo del Laborismo. Para el ex primer ministro británico este nuevo liderazgo supone un cambio de paradigma en la manera de entender la política en el Laborismo y en la relación de este con la sociedad británica. ¿Será así efectivamente? ¿Estamos asistiendo en el Reino Unido a un cambio de estrategia y de manera de entender la política en el interior de uno de los partidos más viejos y establecidos de la izquierda en Europa? Faltan meses para ver cómo se irá acompasando todo esto; falta por ver cómo reaccionarán a este tsunami interno los antiguos líderes Blair, Brown y la propia estructura parlamentaria laborista –poderosísima a la hora de definir las políticas; y falta, especialmente, que una elecciones generales ratifiquen o descalifiquen el proyecto político de Jeremy Corbyn. No están previstas antes de 2020, tiempo suficiente para que mientras tanto el primer ministro Cameron prosiga su política neoliberal y poco tiempo en verdad para construir un auténtico proyecto de renovación del discurso y el programa de la izquierda británica.