Globalización y nueva geografía del trabajo

Por Enrico MORETTI

La «gran divergencia» es uno de los desarrollos más importantes en la historia económica y social de la América de postguerra hasta nuestros días. La diferencia cada vez más marcada entre ciudades en lo que se refiere a nivel de desarrollo económico no es un fenómeno occidental sino el ineluctable resultado de fuerzas económicas con profundas raíces. La economía postindustrial, basada en el saber y la innovación, desarrolla una muy fuerte tendencia intrínseca hacia la aglomeración geográfica. En esta realidad, el futuro viene determinado por el pasado, y el éxito propicia posteriores éxitos mientras que el fracaso condena a otros fracasos. El término usado por los economistas norteamericanos es path-dependency. Ciudades y regiones capaces de atraer trabajadores cualificados y empresas innovadoras tienden a atraer a aquellos y a éstas cada vez más; las comunidades que no arriesgan trayendo trabajadores cualificados y empresas innovadoras, al contrario, pierden cada vez más terreno.

La creciente diferencia entre las distintas ciudades norteamericanas es importante no solo en sí mismo sino también por sus repercusiones sobre la sociedad americana.  Si bien es de naturaleza económica, la brecha está comenzando también a afectar a la identidad cultural, la salud, la estabilidad familiar e incluso a la política. El hecho de que los americanos con un elevado grado de instrucción se concentren en algunas comunidades y los menos instruidos en otras tiende a amplificar y exacerbar todas las posteriores diferencias socioeconómicas. Entre los habitantes de las distintas ciudades americanas se han producido, por ejemplo, notables diferencias en relación con las expectativas de vida, una diferencia que se ha profundizado en los últimos treinta años. Las tasas de divorcio, la criminalidad y la influencia política de las distintas comunidades se han ido también distanciándose. Son dinámicas que están reconfigurando de manera profunda la naturaleza de la sociedad americana, y que también Europa comienza a percibir de forma  creciente.

En América se da una creciente inseguridad acerca de la posición del país en el mundo y sobre el futuro de su economía. El «fin del sueño americano» es un tema omnipresente en el debate público americano: se habla del mismo en editoriales de periódico de gran nivel y en transmisiones radiofónicas de entretenimiento, en charlas de bar y en refinados congresos académicos. A pesar de ser un país políticamente polarizado, la angustia por el futuro es compartida en igual medida por los electores de centroderecha y de centroizquierda.En este periodo, el mundo occidental está atravesando un momento de crisis. En Europa se tiene la impresión, cada vez más difundida, de que el modelo social en vigor desde la postguerra no está ya adaptado al mundo nuevo que se está formando y a los retos globales que llegan de las economías emergentes.


Ciertos sectores y ciertos empleos están desapareciendo, otros se van expandiendo y otros, surgidos recientemente, todavía están por explotar. Pero lo que está cambiando de manera todavía más profunda e irreversible es la geografía del trabajo.


A nivel superficial, no faltan las razones para ser pesimista. La renta de la clase media está descendiendo. La deuda pública va en aumento. El trabajador medio gana hoy un 8% menos que en los años ochenta y por primera vez en la reciente historia de los Estados Unidos no se ve crecer el nivel de vida respecto a la generación precedente.

Pero si profundizamos algo más, se verá que el cuadro económico es más articulado, interesante y sorprendente que lo que el actual debate público puede dejar imaginar. En América el mercado de trabajo está conociendo profundas mutaciones. El progreso tecnológico y la globalización están reconfigurando la tipología de los bienes que se producen hoy, la modalidad, y sobre todo la localidad, en donde se producen. Ciertos sectores y ciertos empleos están desapareciendo, otros se van expandiendo y otros, surgidos recientemente, todavía están por explotar. Pero lo que está cambiando de manera todavía más profunda e irreversible es la geografía del trabajo.

Si las fuerzas que están rediseñando la economía americana tienen alcance nacional, o incluso global, sus efectos locales sobre diversas regiones y ciudades de América son profundamente diversos. El impacto de la globalización, del progreso tecnológico, por ejemplo, no es uniforme. Para algunas ciudades la globalización y la difusión de nuevas tecnologías productivas quiere decir incremento en la demanda de trabajo, más productividad, más empleo y rentas más altas. Para otras ciudades, globalización y nuevas tecnologías tienen el efecto opuesto: cierre de fábricas, desempleo y descenso de salarios. En los Estados Unidos está en marcha una redistribución sin precedente de empleos, población y riqueza, y en los próximos decenios el fenómeno sufrirá previsiblemente una aceleración. Este proceso está en sus fases iniciales en Europa. Pero es inevitable su difusión por todos los rincones del viejo continente en el próximo futuro. Las dinámicas que se observan en los Estados Unidos ofrecen por tanto importantes lecciones para los países europeos.

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Extracto de la Introducción al libro La nuova geografia del lavoro, de Enrico Moretti, ed. Mondadori. Traducción de Javier Aristu.