La huelga de basuras de Madrid (3)

Foto por Rodrigo Iglesias
Foto por Rodrigo Iglesias

La lucha sindical sirve, y mucho

Por Héctor MARAVALL

Era una apuesta de alto riesgo. Las huelgas de limpieza pública nunca son bien recibidas por la ciudadanía en ninguna parte del mundo. Las imágenes de basura acumulada en las calles tienen un gran impacto en la opinión pública. Además este es un sector tradicionalmente no muy sindicalizado, con una patronal dura. Los medios de comunicación, salvo contadas excepciones, en estos momentos no son precisamente favorables a los sindicatos ni a las movilizaciones de los trabajadores. Si a todo ello añadimos el contexto de más de medio millón de parados en la Comunidad de Madrid, había muchas bazas para que una huelga indefinida, con un listón, tan justo pero tan alto, como el de ni un despido y no a las rebajas salariales, no tuviera un camino fácil.

 Han ganado la lucha y lo han hecho muy bien, más allá de algunas provocaciones de grupos muy minoritarias. Han sabido explicar con claridad sus razones, sus pésimas condiciones de trabajo, la codicia de las empresas que querían no solo despedir a casi 1200 trabajadores, sino rebajar brutalmente los salarios. Como se suele decir la avaricia rompe el saco. Los sindicatos y los trabajadores han conseguido que los medios de comunicación, incluso los más favorables al PP, no se hayan puesto abiertamente  en contra. Han encontrado apoyos solidarios en el conjunto del movimiento sindical madrileño, en asociaciones vecinales y en otros movimientos sociales. En el ambito político han contado con la simpatía de IU y del PSOE y también de UPyD y hasta en las filas del PP ha habido gran malestar por la manera en que ha conducido el conflicto la alcaldesa madrileña.

 Ahora que esta tan de moda criticar a los sindicatos hay que aprender de este ejemplo. Sin la capacidad movilizadora y negociadora, especialmente  de CCOO y UGT, hoy los trabajadores de la limpieza de Madrid tendrían casi 1200 compañeros despedidos y una rebaja salarial que podría alcanzar hasta el 40%. El sindicalismo de clase ha vuelto a demostrar que los dos carriles de la acción sindical: movilización y negociación son imprescindibles para la defensa de las condiciones de trabajo y para el mantenimiento del empleo. Que tan importante es saber luchar como tener voluntad y capacidad para una buena negociación. Han luchado bien, han negociado bien. Y han asumido sacrificios, pero preservando el empleo.

 Ahora además de felicitarles por los resultados, la ciudadanía tenemos que sacar alguna conclusión de esta experiencia. El movimiento sindical y la izquierda política llevamos mucho tiempo alertando de las consecuencias de una desenfrenada carrera de privatización de la gestión de determinados servicios públicos y de los perjuicios que antes o después acarrea a la gente. Nos dicen que la nuestra es una postura trasnochada y basada en una cerrazón ideológica de raíz marxista. No es cierto. Personalmente creo que es perfectamente compatible la colaboración de la iniciativa privada en la gestión de determinados servicios públicos, con calidad del servicio y respeto de los derechos de los trabajadores.

 Pero la calidad del servicio y el respeto de los derechos no son posibles a cualquier precio. Nadie da duros a cuatro pesetas y menos las grandes empresas. He tenido la oportunidad de gestionar durante ocho años una institución pública, el IMSERSO, que tenía una amplísima gama de actividades concertadas con la iniciativa privada lucrativa y no lucrativa. Ni a mí ni a los excelentes y profesionales colaboradores que tenía a mi lado, nunca se nos ocurrió suprimir o reducir la gestión concertada. Pero había que tener las ideas muy claras de cómo hacer la concertación.

 El objetivo de la concertación nunca puede ser una obsesión compulsiva de reducir costes, sino de conseguir por una parte medios humanos y materiales de manera inmediata, lo que desde el ámbito publico no siempre es fácil de lograr y en segundo lugar disponer de unos recursos mas flexibles y diversificados, lo que a menudo es mucho mas factible  desde el ámbito y la normativa privada que desde la pública.

 Teniendo claro ese objetivo de racionalización y optimización, de eficacia y eficiencia, de la prestación de servicios públicos, el segundo paso es elaborar unos pliegos de condiciones técnicas y administrativas, claros, suficientes, rigurosos, exigentes, precisos, para que no quepa después lugar a dudas para su exacta aplicación. En tercer lugar, una vez presentadas las propuestas hay que huir de las “bajas temerarias” con la misma fuerza si cabe que de las “alzas codiciosas”. Una baja temeraria o estratégica es pan para hoy y hambre para mañana, además es el instrumento del que se sirven las grandes empresas para echar a las pequeñas y medianas y si no que se lo pregunten a las empresas prestadoras de la Ayuda a Domicilio que han sido barridas en Madrid por Eulen, Quavitae y similares. Porque hay que tener muy presente que cuando las empresas poderosas con sus bajas temerarias o estratégicas “limpian” un sector de competencia, la Administración Pública concernida se queda en sus manos, sin posibilidad real de movimiento. Y por ultimo hay que tener suficientes y constantes instrumentos de inspección y evaluación para controlar la gestión concertada.

 Todo esto que es de sentido común, lo aprendí a las pocas semanas de estar en la dirección del IMSERSO y supongo que igual que yo me enteré, se ha podido enterar Ana Botella, incluso mucho antes porque para algo es funcionaria de alta cualificación desde hace muchísimos años.

 Pero no, los neoliberales no buscan racionalizar, optimizar, hacer eficaces y eficientes los servicios públicos. Se guían, en este caso de forma evidente, por el radicalismo ideológico y por el afán de favorecer los intereses del sector privado, al que tan estrechamente vinculados están muchos de ellos. No voy a entrar en que haya otros intereses fuera de la ley. Simplemente les pierde, como al Tea Party, su ideologismo exarcebado y sus estrechas relaciones con sectores empresariales.

 No estoy pidiendo que se revierta la gestión privada de los servicios de limpieza. Estoy defendiendo que esa gestión privada se realice desde otros muy diferentes parámetros que no sean la codicia empresarial y el ahorro a toda costa de las arcas municipales. Madrid requiere unas calles y jardines limpios y unos trabajadores con trabajo en condiciones decentes. El grave déficit municipal ocasionado por los derroches de Ruiz Gallardón no los tenemos que sufrir ni la ciudadanía ni los trabajadores.

 La huelga de limpieza de Madrid y sus resultados debería ser un motivo de honda reflexión para los y las madrileñas y desde luego para todos los que siguen preguntándose para que sirven los sindicatos.