¡Desconfiad del modelo alemán!

Entrevista con Steffen Lehndorff, de la Universidad de Duisbourg-Essen

Por  Dominique BERNS

kruppAlemania va viento en popa. Saldrá de la crisis más fuerte que antes, nos asegura. Los alemanes recibirán los dividendos de la Agenda 2010 del antiguo canciller socialdemócrata Gerhard Schröder. Aquellas «reformas estructurales» fueron dolorosas: reducción del estado de bienestar, aumento de la flexibilidad en el mercado de trabajo y estancamiento de los salarios. Pero aquellas reformas explicarían los actuales procesos, que dominan en un entorno europeo retraído. El «modelo alemán» se pone como ejemplo. Steffen Lehndorff, economista de la universidad de Duisbourg-Essen, rechaza este análisis en la obra colectiva que acaba de publicarse, A triumph of failed ideas: European models of capitalism in the crisis, (“Un triunfo de las ideas que han fracasado: modelos europeos de capitalismo en la crisis”, editado por ETUI, el instituto sindical europeo de la CES ). «¡Desconfiad del modelo alemán!», nos dice.

Se pone como ejemplo a Alemania pero usted pone en cuestión el nuevo «milagro» alemán. ¿Por qué?

La historia del éxito alemán (success story) se basa en un modelo empresarial (business model) cada vez más unilateral. Nuestra industria exportadora es muy fuerte. Esto no es nuevo. Lo nuevo, por el contrario, es que esta locomotora está cada vez menos integrada en un entorno institucional que permita a la mayor parte de la misma economía y de la sociedad beneficiarse de ese éxito. A lo largo de los últimos decenios, y de forma mucho más notable desde las llamadas “reformas del mercado de trabajo” del gobierno Schröeder, hemos asistido a un aumento dramático de todo tipo de empleos precarios y con bajos salarios. En consecuencia, Los salarios medios se estancaron durante el ciclo coyuntural que precedió a la crisis —lo que es más bien inhabitual y excepcional entre los países europeos. De tal manera que el mercado doméstico se estancó lo cual limitó las posibilidades de los otros países europeos para exportar a Alemania y ello condujo a un enorme superávit de cuenta corriente alemán frente a al resto de la zona euro. Teniendo en cuenta la primordial importancia que tiene el comercio entre los países europeos, este modelo empresarial unilateral  es un lastre para el resto de la zona euro. Para decirlo sin rodeos: Alemania hace recaer sobre sus socios la desigualdad social que explota en el interior de sus fronteras.

Usted señala con razón que todos los países no pueden imitar el modelo alemán. Pero afirma también que esta estrategia está en el origen de la crisis del euro y contribuye a que dure.

El Nobel de economía americano, Paul Krugman, escribió un día que la estrategia alemana sólo podría ser generalizable si se descubriera un espacio extraterrestre con el que hacer comercio. Por supuesto usted puede pretender que Europa, una vez convertida en la región más competitiva del planeta, pueda generar un superávit comercial con el resto del mundo. Pero esta opción, suponiendo que sea realista, ¿tendría sentido?

El superávit de un conjunto de países equivale necesariamente al déficit de otros. Esto es exactamente lo que se produjo en el interior de la zona euro antes de la crisis; y que se perpetúa a un nivel más reducido. El reverso del superávit alemán ha sido un endeudamiento cada vez mayor de otras economías europeas frente a Alemania. En la mayoría de los casos ha sido el sector privado el que, originalmente, se endeudó; y  la mayor parte de esta deuda privada fue socializada y transformada después de 2008.

¿Se puede decir que la estrategia alemana causó la crisis de la zona euro?

La desviación creciente, en Alemania, entre salarios medios que se han estancado y los beneficios que han estallado, contribuyó en buena manera a alimentar la burbuja de las “subprimes” en los EE.UU. y la burbuja inmobiliaria en España e Irlanda. Podemos criticar la ausencia de sostenibilidad en los modelos de crecimiento español e irlandés, que han conducido a estos países a la terrible crisis de las que hoy son víctimas. Pero no debemos olvidar al “gran hermano” que estaba ávido de inflar esas burbujas. Ni a la Comisión europea que alababa entonces esos “modelos”, en razón de la fuerza del crecimiento y de la debilidad de la deuda pública en lo que respecta a España e Italia; y en razón del carácter “ejemplar” de las reformas del mercado de trabajo en lo que concierne a Alemania.

Vayamos al asunto de la competitividad. Si los promotores del modelo alemán subrayan sobre todo el impacto de las reformas del mercado de trabajo sobre los costes salariales, la competitividad de la industria alemana no se debe ante todo a su especialización en productos de calidad, de alto valor añadido?

Usted alude muy acertadamente a algunas razones fundamentales que explican el éxito exportador de los productos industriales alemanes. Me gustaría añadir además la importancia de la formación profesional que dota del “saber-hacer”  que necesitan industrias como la construcción mecánica y la ingeniería civil que constituyen, junto con la industria automovilística, los principales motores de las exportaciones alemanas. Pero si esta competitividad asentada en la calidad de los productos se asocia al estancamiento de los salarios y, como antes de la crisis, a una bajada de los costes salariales unitarios, el problema, para los socios europeos, sobrepasa —y de lejos— el reto habitual de descubrir las ventajas competitivas propias en el seno de la economía europea y mundial.

Algunos acusan a Alemania de dumping salarial…

Seamos más precisos. No son los salarios, tal como se establecen a través de las negociaciones colectivas, los que socavan la competitividad-precios de los otros países. Más exactamente, es la fragmentación del sistema de negociaciones colectivas y la deconstrucción parcial de las instituciones que tradicionalmente garantizaban la existencia de normas sociales las que han ejercido esta presión a la baja sobre los salarios. Hoy día, más de un trabajador alemán cada cinco gana menos de dos tercios del salario medio —lo que constituye la definición habitual de un salario bajo. Debido a las lagunas en la reglamentación del trabajo eventual y a la ausencia de un salario mínimo legal, las carnicerías industriales, por ejemplo, cierran en Dinamarca para instalarse en Alemania, al otro lado de la frontera. Otros productos, especialmente en la industria del metal, son menos sensibles al coste del trabajo. Aquí, la bajada de los costes laborales se acompaña de un alza de los beneficios.

Entonces, el problema no es que Alemania exporte mucho sino, al contrario, que exporta muy poco…

Sí. La desigualdad creciente en Alemania es la fuente de los desequilibrios económicos en el interior de la zona euro, lo cual ha llevado a los estados que comparten la moneda única a una situación vulnerable en la actual crisis económica y financiera mundial. En ausencia de moneda única, los países podrían reaccionar individualmente, devaluando, por ejemplo, sus propias monedas, para lo bueno y para lo malo. Esta vía hoy les está cerrada. Estos países son ya objeto de la especulación contra sus obligaciones soberanas y se ven forzados a someterse a una dictadura fiscal. Me disgusta constatar que el gobierno de mi propio país es el motor económico que está tras esta política. El remedio prescrito, es decir la agenda de los años anteriores a la crisis: reducción del gasto público, principalmente del capítulo social, y desregulación del mercado de trabajo. Un «neoliberalismo 2.0», que hunde cada vez más a los países en la recesión y el paro y conduce, a algunos, a desastres humanos y sociales. Antes o después, esto se va a volver contra la economía alemana, ya que el 40% de nuestro comercio exterior se realiza con la zona euro; y el 60% con la Unión europea. El modelo alemán es más vulnerable de lo que nos quieren hacer ver sus defensores.

Usted afirma que este «triunfo de las ideas fracasadas» va a ahogar la economía, el modelo social y a Europa misma pero ¿Hay alternativa?

Estoy convencido de que una zona euro construida sobre la solidaridad sería una formidable oportunidad para todos, desde un punto de vista económico, social y, lo que no es menos importante, político. No creo que la solución sea abandonar el euro, a pesar de que su concepción es decepcionante —con su “monetarismo “ que viene del tratado de Maastricht; y esta noción absurda de una competencia entre estados como si fuesen empresas que pudieran ser eliminadas del mercado o recuperadas por los competidores. Esta moneda única mal concebida está hoy al borde del estallido. Nuestra unión monetaria encierra un gran potencial que, no obstante, no puede ser renovado a no ser que las naciones acreedoras reconozcan que ellas tienen tanta responsabilidad en la actual inestabilidad económica actual como los países deficitarios; pero también que una unión monetaria no puede durar sin mecanismos de transferencia y sin instituciones fiscales comunes, lo cual implica renunciar a la competencia fiscal. Tal unión solidaria tiene que estar basada en instituciones democráticas, todo lo contrario que en las cada vez más autoritarias decisiones de la actual Unión. Es un verdadero reto, hoy aún más complejo dada la necesidad de reformar nuestras economías para convertirlas en cada vez más sostenibles desde el punto de vista económico, social y ecológico. Y esto atañe tanto a los países deficitarios como al pretendido modelo que es Alemania. Este reto puede parecer fantástico pero vale la pena intentarlo: para que Europa sea un lugar donde se viva mejor.

Publicado originalmente en Le Soir, 20 de octubre

Traducido por J. Aristu