Abre la muralla

Por Carlos ARENAS POSADAS


¿Qué tienen los suecos, los fineses, los holandeses, los navarros, los riojanos que no tengamos nosotros los andaluces? Tienen mayores niveles de renta, de bienestar, niveles educativos superiores, mayores ratios de inversión per cápita, más lectores de libros y espectadores de teatro,  tasas de paro mucho más bajas, etc. ¿Qué tenemos nosotros que no tengan ellos? Gracia pajolera, más sol, manzanilla, más comparsas, rocíos, semanas santas, bandas de cornetas y tambores a gogó, etc. ¿Qué podemos ofrecerles? Nada; incluso dudo de que les interese lo que a nosotros nos sobra. Si acaso, cuando ponemos nuestro acerbo en el escaparate on-line, vienen por un tiempo corto a verificar lo que se dice de nuestra belleza moruna y de la manera carpetovetónica de hacer las cosas, pagan su óbolo al  tour-operador, y se van.

 ¿Por qué ellos han llegado a ser más ricos mientras  nosotros seguimos dependiendo de la mascarada? Preguntados ciudadanos y ciudadanas de esos que los reporteros buscan en las calles donde se instalan Zara y Mango dirían en un 50 por ciento que la causa es del clima que invita al ocio; un 30 por ciento que la gente es mucho más abierta y simpática; un 15 por ciento haría referencia a las tradiciones. El otro 5 por ciento se repartiría entre los que en la universidad, en concreto en la facultad de ciencias económicas y empresariales, han aprendido aquello de la especialización productiva, la economía extravertida,  la productividad aparente del trabajo, los menores valores añadidos de nuestro tejido productivo,  los elevados costes de transacción de una economía inclinada desde siempre a la especulación y a la búsqueda de rentas, etc. Es decir; la culpa es de la estructura económica. El que conozca  a la tal estructura económica que me la presente para que le pueda cantar las cuarenta.

En serio; la gran diferencia entre los pueblos citados más arriba y nosotros es que ellos han tenido un acceso más igualitario y democrático a los recursos, al capital en todas sus manifestaciones: capital físico o financiero; capital humano, capital social, capital político.

Respecto al capital físico, la gran cuestión en la historia de Andalucía ha sido el extraordinariamente desigual acceso a la propiedad o tenencia de la tierra; no se quedan atrás el restringido acceso a la propiedad de las minas cuando estas fueron importantes hasta mediados del siglo XX,  o el privilegiado acceso al crédito bancario de unos pocos frente al préstamo usurario que soportaban los más. En cuanto al capital humano, Andalucía ha estado a la cabeza de las regiones de España por el porcentaje de población analfabeta hasta antes de ayer; hoy, cuando  las tasas han mejorado, nos hemos situado en lugar preeminente en absentismo y malos rendimientos escolares.  Cuando, por fin,  los hijos de los obreros han podido llegar a la universidad, ésta ya no garantiza que sirva como trampolín para la movilidad social; el prestigio se escapa hacia universidades privadas nacionales y extranjeras donde coincide la gente guapa. En cuanto al capital social, que es aquel recurso intangible que produce resultados bien tangibles, decir que carecemos de eso que tienen vascos, navarros, alemanes que les hace compartir proyectos colectivos como si fueran propios. Por el contrario, el capital social en Andalucía está altamente fragmentado: por un lado están los de la barrera en los toros, la caseta en la feria, la vara dorada en la cofradía, el caballo en el Rocío, el cargo en la caja de ahorro, en la cúpula del partido, etc. Estos reducen lo que pueden el círculo de relaciones porque, cuanto más cerrado, más provecho se saca de la información privilegiada, el pelotazo, la subvención oportuna, o el futuro consejo de administración de una super-empresa.  En las inmediaciones de estos círculos se sitúan los que les ríen las gracias y  repiten sus consignas a la espera de que se desprenda algo de la cadena de favores. De otro lado, están los excluidos a los que sólo queda indignarse. En cuanto al capital político, desde la Pepa en 1812 hasta hoy hemos vivido sistemas de sufragio restringido, cacicatos, generalatos y democracias clientelares; en todos ellos, el pueblo ha estado entretenido en sus cosas, en su trabajo cuando se lo dan, en sus atavismos idiosincrásicos y futboleros. Islandia queda lejos.

Hay dos maneras de explicar este desigual acceso a los recursos. Una es la habitual, la que queda enraizada en el tuétano de los huesos y nos sabemos de memoria. El pueblo andaluz es indolente, vago, insolidario, etc. Hay otra muy diferente; el acceso restringido a los recursos no es sino el resultado de las barreras de entrada que las elites privilegiadas, deliberadamente, en estrecho maridaje con el poder político, han levantado al pueblo andaluz a lo largo de la historia. De oligarcas y políticos a su servicio, con nombres y apellidos, es la responsabilidad del capital ocioso y del desempleo, de la burbuja inmobiliaria, del analfabetismo secular y funcional, de los círculos y casinos que excluyen, del sálvese el que pueda, del cacicato paternalista, etc.; es decir, del atraso.

Para acabar con ese estado de cosas, sólo hay que levantar las barreras de entrada a los recursos, abrir las murallas que los protegen.

Postdata

A este bloguero le interesan las cosas de Andalucía, porque somos uno de los eslabones más débiles de la cadena del capitalismo financiero global, y una de las que se ven y verán más afectadas por su crisis actual. Esta mañana (10 de junio de 2012) me desayuno con la noticia escrita de que la banca española va a ser finalmente rescatada con cien mil millones de euros por parte del Eurogrupo, como lo fue la banca americana y otras en los inicios de la crisis. El Estado se hace avalista de ese crédito, lo que quiere decir que todos y cada uno de nosotros seremos avalistas y contribuyentes netos de la amortización a través de la subida de impuestos, más paro en el sector financiero, reducción de salarios y prestaciones con nuevas reformas laborales y asistenciales, posible reducción de las competencias autonómicas para reducir gastos y, consiguientemente, de la posibilidad de hacer políticas alternativas a la vigente.

Visto el momento histórico por el que atravesamos, tratar de los problemas consuetudinarios de Andalucía, como hemos hecho más arriba, parece a primera vista un asunto menor. Error. El problema de España es, igual que aquí, el de una economía en manos de la oligarquía; en concreto, de la oligarquía financiera que formó la gran banca a comienzos del siglo XX. La antigua aristocracia de la tierra, los lobbies mineros e industriales, los ingenieros que  proliferaron en las décadas centrales del siglo al calor de la protección pública, los jabalíes de la ingeniería financiera y especulativa de los últimos años, los políticos conniventes, etc., todos bien instalados en el sistema financiero han manoseado la economía de España en los últimos cien años como mínimo, hasta el punto de hacer del Estado y de la banca, una misma cosa. Su último “éxito” ha sido el de la burbuja inmobiliaria que nos ha traído hasta la difícil situación presente.

Krugman decía (y es más que evidente) que estamos en un capitalismo excesivamente financiarizado y España lo está en una medida superior a muchos países. Hay que limitar el poder de la banca y, sin embargo, lo peor del caso, es que no aparece en el horizonte otra “solución a la crisis” que no pase por la salvación de la banca privada; es decir, por una ración double size de más de lo mismo. Ya lo dijo ayer el inefable De Guindos: “el crédito concedido por Europa tendrá efectos positivos en la economía porque reforzará la banca”, a lo que añadió la muletilla consabida de que “reactivará el crédito a empresas y familias”. Como en la crisis de los setenta del siglo XX la solución a la crisis bancaria pasa por una vuelta de tuerca hacia un sistema financiero aún más oligárquico (dicen competitiva), con lo cual seguiremos dependiendo en mayor medida que antes de las decisiones de sus consejos de administración. Dado que el crédito europeo parece ser una alternativa a las nacionalizaciones (y que Rajoy ya ha dicho que iba a nacionalizar, para sanear y revender), la cuestión es ¿quién va a controlar la banca española en el futuro; que garantía hay de que el saneamiento no vaya a dar lugar a nuevos y picarescos procesos especulativos?

En definitiva, el problema en todas partes es el mismo, como misma es la solución. Inyección de moralidad a los asuntos económicos; una vuelta de calcetín a las instituciones que nos han acompañado en nuestra historia. Antes que una banca “competitiva” y más oligárquica, necesitamos un sistema financiero público, ético (honesto con el pueblo español) y de proximidad; es decir, lo contrario de lo que se nos propone. Por eso hay que seguir abriendo la muralla de los privilegios, aunque con un buldócer.